Corría el año 1891, y el conservatorio nacional de música de New York no funcionaba eficientemente con la labor para la que fue edificado: crear un centro de composición que englobase todo un marco general americano a modo de marchamo y fundación que atribuyese el concepto autárquico de una inusitada nación musical.
¡Uf!, ¡qué difícil me pongo!... en otras palabras: con el único objetivo de que américa tuviera una identidad musical con la que sentirse reconocida.
Tras el nulo éxito después de un lustro de intentos, Mrs Jeanette Thurber, llegó a la ardua decisión de convocar el puesto de dirección general a algún músico europeo con vasta formación en la temática.
No bastaba sólo con la sabiduría, se requería ostentar ciertos logros solemnes a lo largo de toda su carrera, haber interpretado en los mejores teatros del viejo continente, con composiciones dignas de recelo ante cualquier otro coterráneo, estar dispuesto a abandonar su patria de origen para establecerse en New York con todo lujo de comodidades, etc.
En primer lugar, se tentó con ofrecerle el puesto de empleo a Sibelius, pero los funcionarios del colegio y por razones que aún se desconocen, no pudieron trasladarse hasta Finlandia, sitio donde residía.
Finalmente, la propuesta recayó en manos de Dvorák, quien desde el primer momento se mostró reacio a aceptar la oferta, pero tras constantes rogos y promesas, Jeanette logró convencerle brindándole un sueldo desorbitado.
La vicisitud finalmente se hizo fehaciente un año más tarde, el 15 de septiembre de 1892 Dvorák partió desde Praga hacia la gran manzana en compañía de su mujer Anna Čermáková y dos de sus seis hijos, los más pequeños de la casa, pues el resto ya tenía la edad de independencia, e incluso tres convivían en nupcias con su pareja.
Su viaje estaba lleno de expectativas, imagínense el otear matinal y desde lo lejos la llegada paulatina del barco de vapor, los gases expulsándose por esas enormes chimeneas sujetadas por las plataformas de triple nivel repletas de nuevos colonos, sombreros, camafeos, maletas, señoras en ademán de saludo agitando levemente los pañuelos del estornudo y entre la multitud, el gran elegido.
Allí con su aspecto singular, su gran estatura para la época y en mitad de la caterva, tras el desembarco la familia se subió al tren que los llevaría al emplazamiento de propósito.
Nada más bajarse, un ambiente de jolgorio amenizaba la estación, en efecto, New York se encontraba en plena celebración de fiestas patronales, "Los festejos del cuarto centenario Colombino", en los que precisamente Dvorák haría su acto de presentación como estrella invitada.
Tras descansar durante unos días en el hotel, el 21 de octubre el mozo de botones, avisó a Anna de que un coche de caballos les estaba esperando abajo para llevarlos al centro neurálgico del concierto inaugural.
El recital fue un éxito, la multitud rugía, murmullos vociferantes aclamaban al nuevo docto consejero, y para acrecentar el rasgo, Thomas Wentworth Higginson, el adinerado fundador de la Orquesta sinfónica de Boston, pronunció unas palabras a modo de pregón, en el que dirigiéndose a Dvorák, vaticinó el establecimiento de una nueva nación, un nuevo mundo musical como perpetuo hito tras la llegada de Colón.
El 21 de noviembre, Dvorák escribió una carta para sus compañeros de Praga en la que decía:
"Amigos, los americanos esperan de mí grandes cosas, y la principal, según dicen, que les muestre la tierra prometida, el reino de un arte nuevo e independiente, en fin, que les lleve a crear una Música Nacional. Si la pequeña nación checa puede tener tales músicos, dicen, ¿por qué no habrían de tenerlos ellos también, con un país inmenso y tan poblado?"
Poco a poco Dvorák fue adaptándose a la vida diaria y sus costumbres, y como un acérrimo amante de lo étnico y popular se involucró totalmente en el estudio de las danzas folclóricas, sus cantos espirituales, las armonías instrumentales, conciertos, líricas, narraciones, sinfonías y operas a las que encontraba extremadamente bisoñas y tuvo que rectificar casi en su totalidad un centenar de ellas, pues estaba compuestas para ir a certámenes musicales.
En su carta reflexionó sobre el entorno, espetando:
"Los compositores están formados en la escuela alemana, pero aquí y allá surge un nuevo espíritu, otros pensamientos, distinto colorido, en fin, hay algo de indio, algo a la Bret Harte. Siento curiosidad por ver en qué para esto".
Al cabo de un tiempo, Mrs. Thurber le animó a crear una ópera basada en la poesía de Longfellow, "El canto de Hiawatha", pero Antoñín finalmente rehusó la idea.
A cambio y sin perder el interés por el escrito, formuló una pequeña tonada en DO, datada concretamente el 12 de diciembre, misma que serviría como movimiento lento para la posterior obra que tratamos "Sinfonía del Nuevo Mundo".
La cadencia sosegada del prefacio, venera las escenas de entierros en el bosque, por parte de las tribus nativas, como la de los Dakota. Los parajes de fauna americanos: sierras, animales, bosques, llanuras, montañas, ríos, toda una singular mezcolanza dendroidea. Para dar paso a la flauta en sol menor, de clara tendencia por lo innato, su oriunda Checoslovaquia.
La subsiguiente, la flauta en sol mayor desajusta en canon, mimetizándose en los tedéum vernáculos, de las contemplativas raciales, su dolor y aflicción de las injusticias causadas por la sumisión ante el hombre pálido.
Para enero del nuevo año, 1893, ya tenía esbozados tres movimientos más, como el allegro que sirve de ulterior a su precedente (la tonada en DO) de gran carga vivaz, rememorando el fulgor de la urbe, su dinámica social diaria, su concepto de admisión y marabunta ciudadana, el orbe de una ciudad contingente.
Acrecentando la composición definitiva el 24 de mayo. Pero se olvidó de incluir las partes del trombón, pues sus cuatro hijos ausentes llegaron a New York con sus parejas, provocando en él tal alegría que se distanció de su proyecto, posponiéndolo durante un largo periodo.
En este lapso de descanso, realizó una entrevista para el "New York Herald", en la que afirmó:
"Estoy ahora convencido de que la música de este país se ha de basar en lo que se llaman melodías de negros... cuando llegué el año pasado surgió ante mí esta idea, que se ha convertido en una arraigada convicción. Estos temas tan hermosos y variados son producto de la tierra. Son americanos.
En las melodías de negros de América descubrió todo cuanto se necesita para una grande y noble escuela de música... nada existe en toda la gama de la composición que no pueda hacerse derivar de esa fuente."
Unos meses más tarde retomó y perfiló el compás decisivo, siendo interpretado en una primera audición de contacto por la Sociedad Filarmónica de New York.
De trasfondo etnográfico influjo directo a lo anteriormente citado, pero sin duda, el cariz bohemio es innegable, y por supuesto, suple la marca personal de la obra, que en conjunción entrambas crean una simbiosis de movimientos mágicos, llenos de misticismo, esperanza, anhelo de retratar lo vívido, y sobre todo sobrecogimiento de asombro ante una sociedad cosmopolita, relativamente distinta a la que él estaba acostumbrado.
Inmediatamente después de la función, Dvorák entre bambalinas confesó:
"En mi nueva sinfonía, he tratado de reproducir el espíritu de las melodías negras e indias americanas. No he empleado ninguna de estas melodías. Simplemente, escribí temas característicos incorporando a ellos las cualidades de la música india y, usando estos temas como material, los he desarrollado con ayuda de los elementos del ritmo moderno, del contrapunto y del colorido orquestal.
En 1895 Retornó a Praga erigiéndose con el puesto de gerencia en el conservatorio musical de la ciudad. A partir de aquí, su vida es un mero atavío incesante.
Estamos en Facebook:
MÚSICA RELAJANTE: Japón 1978
Bandas
Aera
Agorá
Aguaturbia
Ain Soph
Almas Humildes
Almendra
Ananda Shankar
Aphrodite's Childs
Araxes I
Area
Attila
Avora di Carlla
Barbet Schroeder
Barcelona Traction
Beach Boys
Beatles
Beau Brummels
Billy Joel
Birth Control
Bloque
Boenzee Cryque
Brian Wilson
Bulbous Creation
Burt Alcantara
Cai
Can
Canarios
Canned Heat
Caravan
Carmen
Chick Corea
Coses
Curved Air
Dug Dug´s
Duncan Mackay
Dvorák
Edgar Broughton Band
Egg
Eliane Radigue
Elvin Jones
Embrión
End
Fairport Convention
Federico Mompou
Fifty Foot Hose
Flash
Forest
Formely Anthrax
Franco Battiato
Frank Zappa
Franz Schubert
Fusioon
Genesis
Gentle Giant
halloween
Hanson
Harvester
Hp Lovecraft
Ibio
Iceberg
Imán Califato Independiente
Indian Summer
International Harvester
Iron Butterfly
Jimi Hendrix
John Phillips
Jorge Reyes
Kansas
Klaus Schulze
Kraftwerk
Lole y Manuel
Lone Star
Mahavishnu Orchestra
Mantra
Maurice McIntyre
Mick Taylor
Miguel Rios
Morgen
Move
Nik Raicevic
Nirvana (UK)
Noel Soto
Novalis
Orange Bicycle
Osanna
Pan y Regaliz
Parson Sound
Pau Riba
Peter Banks
Philly Joe Jones
Pierre Schaeffer
Pink Fairies
Pink Floyd
Popol Vuh
Premiata Forneria Marconi
Pulsar
Rolling Stones
Salvador dalí
Seeds
Seesselberg
Smash
Snowball
Sopor Aeternus & The Ensemble Of Shadows
Spinetta Jade
Strawberry Alarm Clock
Sunforest
Sweet Smoke
Syd Barrett
Tabletom
Tea Company
Tílburi
Träd
Trad Gras & Stenar
Traffic
Triana
Weeds
Xhol Caravan
Zombies
Zygoat
LA CANCIÓN DE LA SEMANA
El directo de la semana
Géneros
Ambient
Beat
Blues
blues rock
Blues-Rock Psicodélico
bootleg
Country
Country Rock
Dark ambient
Darkwave
Delta Blues
Electrónica-Experimental
Escena Canterbury
folk
Folk Psicodélico
folk rock
Free Jazz
Garage
Garage Rock-Psych
halloween
Hard Rock
Heavy Psych
Heavy-Hard-Psyche
indie
Irlandesa
Jazz
Jazz Rock
Jazz-Fusión
Krautrock
Meditación
Música Antigua
Música árabe
Música Clásica
Música Concreta
Música Étnica
Navidad
Neo Psicodelia-Progresivo
New Age
Pop Psicodélico
pop rock
Prog Rock
Raga
Raï
Rock Andaluz
Rock Clásico
Rock Gótico
Rock Jazz
Rock Progresivo
Rock Progresivo Español
Rock Progresivo Italiano
Rock Psicodelico
Rock Sinfónico
Romanticismo
Rural Blues
Stoner
Techno
World Music
EL ÁLBUM DE LA SEMANA
Año y Décadas
1893
1911
1914
1966
1967
1968
1969
1970
1971
1972
1973
1974
1975
1976
1977
1978
1979
1980
1981
1982
1983
1984
1985
1986
1987
1988
1990
1991
1993
1994
1995
1996
1997
1998
1999
2000
2001
2002
2004
2005
2006
2008
2010
2012
2021
Años 20
Años 30
Años 40
Años 50
Década 2000s
Década 60s
Década 70s
Década 80s
Década 90s
Me gusta mucho la Sinfonía del Nuevo Mundo. Antes de seguir, diré que me gusta mucho el jazz, los blues y todo el substrato proporcionado por la música de África. Cuando leí hace mucho tiempo que Dvorak había empleado aires de la música europea, me di cuenta de que, hasta entonces, me había dejado seducir por el ambiente y que había creido de buena fe que la Sinfonía del Nuevo Mundo me relataba los aires de las plantaciones de algodón y me hacía imaginar a los esclavos negros trabajando en ellas. Algo similar debió de pasarle a otros porque hasta Louis Armstrong o el cuarteto Golden Gate cantaron trozos de esa sinfonía. Hoy día ya oigo esa música más críticamente y no soy capaz de encontrar en ella el menor atisbo de influencia negra y mucho menos, de india. No sé si por aquí hay alguien que tenga una opinión parecida.
ResponderEliminar